MANIFIESTO
En mi obra, puedo advertir mi propio proceso en constante movimiento.
Voy de la pintura a la escultura de manera casi simultánea.
Las imágenes que abordo pasan del plano al volumen con una voluntad irremediable...
Como queriendo tomar un espacio ante mí.
Una necesidad de corporizar, acariciar, calmar, dar forma, atrapar lo que siento. Aquello que los ojos no ven, pero puja por salir y ocupar un lugar...
La forma de lo abstracto que se recubre de músculos, huesos y piel.
Es una búsqueda constante casi desesperada por llegar a ver la trastienda de lo visible. Lo que pasa por detrás o debajo. Lo insondable y abismal. Como un intento de provocar espejarme en ello tan complejo como fugaz.
Podría decir que siempre me han inspirado las imágenes clásicas, renacentistas, barrocas.
Los griegos, en sus esculturas de ideal belleza, casi andróginas. De cuerpos poderosos y músculos fuertes con expresiones sensibles y bellas.
El tiempo. Siempre el tiempo como un devenir constante e inasible. Aquello que nos modifica sin depender de la contemporaneidad.
Lo bello. Siempre lo bello como el tiempo que no cesa y nos altera.
Mar Gonzalez